La técnica de pintar sobre yeso recién aplicado se llama fresco. Esta antigua forma de arte tiene raíces en la antigüedad y se ha utilizado ampliamente a lo largo de la historia, especialmente durante el periodo del Renacimiento. El fresco consiste en la aplicación de pigmentos a base de agua sobre yeso húmedo recién colocado.
La palabra "fresco" proviene de la palabra italiana "affresco", que significa "fresco". La técnica requiere que los artistas trabajen rápidamente, ya que el yeso se seca relativamente rápido, lo que determina el ritmo y la urgencia del proceso de pintura. Si se ejecuta correctamente, la obra de arte resultante se convierte en parte integral de la pared, ya que los pigmentos se unen al yeso a medida que se seca, creando una imagen duradera y vibrante que puede durar siglos.
Hay dos métodos principales de pintura al fresco: buon fresco (fresco verdadero) y fresco secco (fresco seco). Buon fresco es la técnica en la que los pigmentos mezclados con agua se aplican directamente sobre yeso húmedo, permitiendo que los colores penetren en el yeso mientras se seca. Este método es apreciado por su durabilidad y la riqueza del color. Por el contrario, el fresco secco implica pintar sobre yeso seco, utilizando un enfoque menos permanente. Los pigmentos son más propensos a despegarse de la superficie seca, lo que hace que esta técnica sea menos duradera, pero a veces más fácil para los artistas al corregir errores.
La técnica del fresco fue utilizada célebremente por muchos artistas renombrados, incluido Miguel Ángel, quien pintó el techo de la Capilla Sixtina en Roma utilizando este método. La representación de claroscuro, perspectiva y figuras dinámicas en estas composiciones muestra la maestría de la técnica del fresco. Debido a la naturaleza elaborada de la pintura al fresco, solo artistas experimentados suelen participar en este oficio exigente y altamente calificado.
Los frescos son a menudo notables por sus murales a gran escala encontrados en iglesias, palacios y edificios públicos. Sirven no solo como arte decorativo, sino también como documentación histórica, transmitiendo narrativas y valores culturales de la época. Como tal, la pintura al fresco se ha convertido en una forma vital de expresión, capturando la imaginación de los espectadores durante generaciones.