El primer presidente de los Estados Unidos fue George Washington, una figura fundamental en la historia estadounidense cuyo liderazgo ayudó a dar forma a la nación durante sus años formativos. Washington nació el 22 de febrero de 1732 en el condado de Westmoreland, Virginia. Desde joven, trabajó como agrimensor, lo que le dio un entendimiento de la tierra y un gusto por la vasta frontera estadounidense.
Su carrera militar comenzó durante la Guerra de Francia e India, donde adquirió experiencia valiosa que más tarde le serviría bien en la dirección del Ejército Continental durante la Guerra Revolucionaria Americana. El liderazgo de Washington fue fundamental para asegurar la independencia estadounidense del dominio británico. Sus estrategias exitosas y su presencia inspiradora ayudaron a galvanizar a las tropas y mantener la moral durante tiempos desafiantes, especialmente en el campamento de invierno en Valley Forge en 1777-78.
Después de la Guerra Revolucionaria, Washington fue universalmente admirado y fue elegido para presidir la Convención Constitucional de 1787, donde los delegados se reunieron para redactar una nueva constitución para los Estados Unidos. El documento resultante, que estableció un marco para el gobierno federal, requería un poder ejecutivo fuerte. El carácter y el liderazgo de Washington lo convirtieron en la elección unánime del presidentes por el Colegio Electoral en 1789.
Se inauguró el 30 de abril de 1789 en la ciudad de Nueva York, que era la capital temporal en ese momento. La presidencia de Washington estableció muchos precedentes que todavía se siguen hoy, incluida la formación de un gabinete dentro del poder ejecutivo y el límite de dos mandatos, que luego se convirtió en una enmienda constitucional. Creía en un gobierno central fuerte, pero advirtió contra las facciones políticas, que pensaba que podían conducir a la división y el conflicto.
George Washington ocupó el cargo durante dos mandatos y renunció en 1797, eligiendo no buscar un tercer mandato y, por lo tanto, estableciendo una tradición que perduró hasta la elección de Franklin D. Roosevelt para un cuarto mandato en 1944. El discurso de despedida de Washington advirtió sobre alianzas complicadas con naciones extranjeras y la naturaleza divisoria de los partidos políticos.
Hoy, Washington a menudo se refiere como el "Padre de su País." Su impacto en la formación de los Estados Unidos sigue sintiéndose, ya que ayudó a sentar las bases de los principios democráticos del país. Su legado se celebra anualmente en el Día de los Presidentes y a través de monumentos como el Monumento a Washington en el corazón de la capital del país.